Legeremancia

 

Llegaste al final del caso que estabas investigando. Por fin vas a poder hacer justicia respecto a ese crimen atroz que se ha cometido, porque ese es tu deber. Luchar por el bien, para que cada persona cumpla con las consecuencias de tus actos, ¿qué sería de la gente si no existiera una sociedad civilizada en la que no se combatiese el mal? Por eso aprendiste cualquier arte mágico que te permitiera de hacer el mundo un lugar mejor, y la legeremancia lo era.

Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, una frase que tu abuelo, quien te enseño el arte de la legeremancia, te dejó claro en más de una ocasión. Usalo solo para el bien, te decía. Y ahí estabas, haciendo honor a esas palabras; a él, usando esa habilidad de la forma correcta.

¿Qué es la legeremancia?

Recuerdas, como si la hubieras hecho ayer, esa pregunta que hiciste a tu abuelo, la persona que te lo enseñó todo. Cuando solo tenías la edad de un niño, y tanta curiosidad como para poder alimentarte solo de ella durante el resto de tu vida, o eso decía. Tanta era, que memorizaste como si fuera la letra de tu canción favorita que la legeremancia era una forma de navegar a través de los pensamientos más profundos de cualquier persona. Una que no supiera legeremancia, claro. Porque, quien conocía ese arte protector, evitaba que atravesaran cada capa de su mente en busca de sus más profundos secretos, pero ser excelente en legeremancia implicaba que nada se interponga en tu camino.

"¿Cómo se realiza la legeremancia?"

¿Cómo no ibas a preguntar eso? te interesaba, incluso a esa edad. Te imaginabas como un policía, como lo fue tu abuela materna, la cual nunca llegaría a saber qué significaba la legeremancia dado que jamás le contaron sobre la magia debido a unas circunstancias que nunca te quisieron contar. ¡Y que podrías averiguar si supieras legeremancia! Solo veías cosas buenas en aprenderla, pero no solo tenías que hacer eso, sino también cómo llegar a realizarla.

Ahí fue cuando te abuelo te habló de la magia verbal y la no verbal, pues el encantamiento legeremens se podía hacer de ambas formas, pero era extremadamente complicado llegar a hacerlo sin la necesidad de un instrumento mágico. Y, no solo eso, sino que también, una vez se llegara a poder utilizar la legeremancia sin varita, se podía incluso influir en la mente y recuerdos de las personas. Justo como hacía lord Voldemort pues, por muy mago tenebroso que fuera, era extremadamente habilidoso.

«Hay gente que sabe legeremancia de forma innata»

Oh, recordabas aquella parte de la historia que tanto te fascinó. Saber que había gente, como Quennie Goldstein, que utilizaba el arte de la legeremancia sin pretenderlo, y sin haberse esforzado en ello, era realmente increíble. Al menos, para aquel infante que fuiste, curioso y que admiraba lo desconocido

"¿Es fácil aprender legeremancia?"

Ahora que eres una persona bastante hábil en legeremancia, te hacía reír interiormente cada recuerdo sobre tu yo más infantil, cuando atacabas a tu abuelo a preguntas sobre cómo era aprender dicho arte. La legeremancia, como él mismo te dijo, no era nada sencilla de lograr realizar, aunque hubo magos y brujas que lo consiguieron, como Severus Snape, Albus Dumbledore y el mismísimo Salazar Slytherin. También aprendiste que hasta existían criaturas mágicas que eran habilidosas en legeremancia, como los gatos Wampus, que eran criaturas mágicas que habitaban los montes Apalaches, en Estados Unidos y representaba una de las casas de Ilvermorny, escuela americana de magia.

Él te enseñó tantas cosas que nunca podrías vivir las suficientes vidas para agradecerle y recordarle lo suficiente. Gracias a él eres el experto en legeremancia en el que te has convertido. Quizás nunca estarás a la altura de Albus Dumbledore, pero sí lo suficiente para haber conseguido un trabajo tan importante como aquel.

Tu habilidad en legeremancia le permite prepararte para utilizarla sin que se muestre en tu rostro lo que vas a hacer.

Inspiras silenciosamente, sin romper el contacto visual, al menos no por tu parte. Debes ser directo y sacar la mayor cantidad de información posible a la primera. Es hora de demostrar tus habilidades en legeremancia.

Te concentras, y lanzas el hechizo. Verbal, o no verbal, no importa, lo que sí lo hace es que estás a punto de descubrir la verdad. Y entonces, una oleada de recuerdos fugaces pasan por delante de ti, como si fuera una ráfaga de viento golpeando suavemente tu rostro. O quizás lo sientes como tuyos; las sensaciones son muchas. Y... ahí está. La verdad que tanto buscabas.

Tu estudiante no ha logrado impedirte el paso a su mente con su oclumancia. Se ha distraído. Lo has visto, no se ha concentrado lo suficiente. Suspiras, agotado, y sacudes la cabeza.

"Vamos otra vez," le dices, dispuesto a seguir intentándolo. No has aprendido legeremancia para nada. Ya sea para descubrir la verdad en crímenes o ayudar a las nuevas generaciones a protegerse... Todo importa.

¿Está nervioso? ¿Esconde algo? Tienes la impresión de que hay mucho por descubrir. Encontrarás la verdad, aunque sea utilizando un método como aquel, que muchos considerarían poco honrado. Continuas observando a la otra persona con toda la atención posible, tratando de que se desconcentre para hacerte el trabajo más fácil. Esa es la clave.

Es cierto, hay métodos mejores. Pero tienes que hacerlo, tienes la obligación, pues tu estudiante necesita que busques invadir su mente para poder demostrar sus habilidades en oclumancia. ¿No es mejor que lo hagas tú, en un entorno seguro, que otro mago con malas intenciones?

¿Habrá sido tu breve distracción o que tu estudiante realmente ha conseguido lograr su objetivo? Te reclinas en la silla, sonriendo ladinamente.

"Buen trabajo," le felicitas. "Sigue así y no va a haber nada que se te resista."

El alumno siempre supera al maestro, piensas. Hay una ley no escrita al respecto, y te sientes orgulloso de ello.