La historia que te voy a contar trata sobre los kneazles, esas adorables criaturas tan parecidas a los gatos, pero astutas como el más inteligente de los demonios. Podrán ser una mezcla entre ambos? O son criaturas únicas que vinieron al mundo para hacerle la vida más fácil a los magos y a las brujas con su habilidad para detectar a las personas sospechosas?
A lo mejor fue así, o, quizás, solo se aplica a Asha y Mila, las kneazles de las que te voy a hablar.
Había una vez dos kneazles que deseaban conseguir el Deseo de su Corazón.
Asha y Mila no solo eran hermanas, sino que parecían ser parte de la misma alma. Nacieron un día en el que el clima era tempestuoso, pero en cuanto comenzaron a respirar, el día se despejó y el sol salió detrás de un arcoiris que lo hacía brillar más que nunca. Y ese fue el efecto que causaron las kneazles bebés a sus padres.
Aunque habían nacido el mismo día, eran diferentes entre sí. Asha era vivaracha, alegre y juguetona, mientras Mila era más tranquila, analítica y prudente. Aunque fueran kneazles, se las podía diferenciar perfectamente solo con el brillo de sus ojos. A pesar de todo, ninguna de las dos podía estar mucho tiempo alejada de la otra, y nunca supieron realmente por qué. Todos los kneazles de la zona, los que las conocían, pensaban que era lo normal entre criaturas con el lazo sanguíneo que Asha y Mila compartían.
Aunque habían nacido el mismo día, eran diferentes entre sí. Tanto, como lo eran las personas que las adoptaron.
Necesitaban un nuevo hogar, y eso lo habían sabido desde que tenían su primer recuerdo. Sus padres habían vivido lo mismo y, de hecho, se conocieron en el hogar del mago que los adoptó. Siempre pensaron que se irían juntas, al igual que habían llegado juntas al mundo, pero el destino no fue como aquel momento del día tan soleado en el que nacieron, sino como el momento previo a dicho evento: gris, oscuro. Así fue como se sintieron Asha y Mila, las kneazles que fueron separadas de sus padres y, más importante aún, de ellas mismas.
Las querían mucho, eso era algo que nadie que viera los ojos de amor de las brujas que las adoptaron tenían al mirarlas, en sus respectivos hogares, tenían. Pero para Asha y Mila, que solo podían pensar en la otra, no era suficiente. No les importaba su aquellas que habían jurado quererlas y protegerlas las iban a cuidar bien, porque si había algo que aprendieron desde que eran pequeñas kneazles, fue que el dinero no podía llenar el vacío por el amor perdido. Por ello, por mucho que tuvieran un techo donde dormir, una cama caliente y una comida que podía ser considerado un manjar en cualquier especie, sentía que les falta algo.
Ninguna supo calcular cuánto tiempo pasaron sin ver a su familia, pues se le hacía el tiempo eterno como si estuviesen viviendo las siete vidas de un gato. Se habían preparado para eso, pero no para hacerlo solas. Echaban de menos a sus padres, pero con la otra era diferente, pues un pedacito del alma se nota más cuando está ausente.
Asha parecía que sonreía de vez en cuando, con ese aire juguetón que la caracterizaba, pero parecía que la batería de sus sonrisas se agotaba en algún punto que no recordaba, pues no era capaz de mantenerla mucho tiempo. Era como si doliese hacerlo, pero a veces no podía evitarlo porque quería a su nueva dueña. Esto no lo hacía más fácil.
Mila, por su parte, había perdido todo ánimo de ser la aventurera que solía ser. Las ganas de conocer cada rincón de los lugares nuevos a los que iba se fueron apagando, porque la llama que las mantenía encendidas ya no estaba.
Los eternos días pasaron, y los días más grises. Aunque el mundo pudiera mostrar el sol, las hermanas kneazles no eran capaces de verlos. Y fue una ocasión, en la que vieron que el mundo era de colores para los demás pero ellas no podían verlo igual, que decidieron hacer aquello que no todo el mundo, personas o criaturas mágicas, se atrevían a hacer.
Y, fue en otra ocasión, cuando aquellas personas que habían adoptado a las kneazles Asha y Mila, no volvieron a verlas nunca más.
Decidieron no quedarse donde no se sentían bien. Tenían una vida cómoda, pero no feliz, porque sus corazones no estaban completos. Sus almas sentían frío, pues les faltaba el calor de la otra parte. Y aprendieron que, para obtener la calidez que a uno le falta para vivir, hay que luchar por lo que se quiere, y por quien se quiere.
Había una vez dos kneazles que deseaban conseguir el Deseo de su Corazón: encontrase con el de su hermana y no volver a separarse nunca más, porque para ellas, su amor verdadero es la familia.